Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100248
Legislatura: 1889-1890
Sesión: 19 de noviembre de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Duque de Tetuán.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 46, 697-699.
Tema: Ayuntamiento de Madrid.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Comprenderá el Senado, y más que el Senado puede comprenderlo el Sr. Duque de Tetuán, la dificultad en que me coloca el tener que contestarle, porque claro es que S.S. está en su derecho haciendo lo que ha hecho; pero es el caso que si sobre cada palabra mía ha de fundar un discurso, y a un discurso mío de veinte minutos ha de contestar con otro de dos horas y media, a guisa de rectificación, reproduciendo los mismos argumentos que hiciera antes de que le contestaran los demás Ministros y de que le contestase yo en el resumen, francamente, eso sería el cuento de nunca acabar.

Voy, pues, a contestar a S.S.; pero declaro que tengo miedo de que S.S. vuelva a pronunciar el mismo discurso que pronunció antes. (El Sr. Duque de Tetuán: No tenga miedo S.S., porque no voy a pronunciar una palabra más, si no lo toma S.S. a descortesía). No; ya no puede ser. Comprenda S.S. que tengo mucho gusto en discutir con él, y que le contestaría una y cien veces, aun cuando una y cien veces volviera S.S., a guisa de rectificación, a provocar discursos parecidos al primero. Pero es que no puedo. Su señoría no tiene más deber, como Senador, que estar aquí, y a mí me llaman a la otra Cámara deberes de tanta importancia por lo menos como los que cumplo ahora aquí.

Además, me están haciendo cargos en el Congreso porque no voy allí; y si voy, se me hacen cargos en el Senado porque no vengo. (El Sr. Duque de Tetuán: No se los he hecho yo nunca). Me los han hecho otros. [697]

De manera que estoy colocado en una situación verdaderamente difícil.

Voy, por tanto, a contestar al Sr. Duque de Tetuán lo más brevemente que me sea posible, y sólo haciéndome cargo de algunos puntos que pueden y deben ser objeto de la rectificación, pero no de otros que no encajan en ella, porque no son propios tampoco del debate.

Es necesario que pongamos término de algún modo a estas cuestiones; no porque me canse de la discusión, sino porque no puedo estar constantemente aquí, cuando otras atenciones me llaman a otra parte. La cortesía que debo a S.S. y a todos los Sres. Senadores, pero especialmente a S.S., que por un error creyó que le había faltado, me hace pronunciar algunas palabras.

No me culpe S.S. de lo que pasó. Yo no tuve ninguna, y en cuanto supe que S.S. estaba disgustado, como mi ánimo no era que se disgustase, vine aquí e hice espontáneamente lo que S.S. ha dicho esta tarde que hice. Yo quería contestar a S.S., pero cuando llegara la oportunidad, y lo que quiso decir el Sr. Ministro de la Gobernación fue que, por el momento, el Gobierno no necesitaba pronunciar un discurso especial después del especialísimo pronunciado por él para contestar al Sr. Duque de Tetuán, sino que dentro del desenvolvimiento del debate, los demás Ministros se irían haciendo cargo de lo que fuera ocurriendo, y que, por último, yo me había de hacer cargo de las ideas de S.S. y de las demás emitidas por otros Sres. Senadores al hacer el resumen.

Por cierto, que pensé hacer un resumen más extenso que el que hice ayer tarde; pero yo, en la idea de que iba a terminar el debate, y no queriendo molestar a los Sres. Senadores, corté por lo sano, dejé que rectificaran los Sres. Senadores, y después resultó que el debate no se concluyó. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: ¿Quién tuvo la culpa?) Yo no la tuve, porque hice todo lo posible para que se concluyera. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Como hoy). ¿Pero hoy tengo yo la culpa también? No tengo culpa ninguna. ¡Si hasta ahora no he hablado!

De la cuestión de satisfacción no debo decir más. Yo hice lo que pude; en el momento que supe que por un error de concepto o interpretación, el Sr. Duque de Tetuán se había creído desconsiderado, en el acto, sin que nadie me dijera nada, manifesté que, a pesar del resumen que pensaba hacer, y en el cual encontrará todas las satisfacciones que quiera el señor Duque de Tetuán, entraba desde luego a decir cuál era el pensamiento del Gobierno.

Por consiguiente, celebro que el Sr. Duque de Tetuán se haya dado por satisfecho, y celebro también que la minoría conservadora no haya dado al incidente mayores proporciones de las que ha tenido, sin embargo de que han sido bastante grandes.

Ha insistido el Sr. Duque de Tetuán en la cuestión del Ayuntamiento, suponiendo que el Gobierno no hace todo lo que ha prometido para impedir estas irregularidades, no solo en el Ayuntamiento, sino en todas partes; y en su afán de no excluir ninguna, ha ido también a Ultramar, en donde cree S.S. que tampoco se ha hecho todo lo posible. Pues yo puedo asegurar al Sr. Duque de Tetuán que sí; y además, que el Gobierno ha hecho lo más eficaz que creyó que podía hacerse, que fue, aparte de aceptar el dictamen de la Comisión a que S.S. se ha referido, escoger aquella persona que se había constituido en el censo más constante de la mala administración de Cuba, y mandaría de gobernador general, para que la moralice; y siento que el Sr. Duque de Tetuán no sea teniente general, porque de serlo, le hubiera mandado a él. (El Sr. Duque de Tetuán: Muchas gracias). ¿Se puede hacer más? Si yo pudiera nombrar capitanes generales de Ayuntamiento, le nombraba a S.S. capitán general de todos los Ayuntamientos de España, para que metiera en cintura a todos los que lo necesitaran. (Risas). El Gobierno, pues, ha hecho todo lo que ha podido.

¿Es que hay males inveterados en la administración, difíciles de extirpar en un momento? Pues de eso ¿qué culpa tiene este Gobierno ni Gobierno alguno? Así es fácil atribuir al Gobierno los fracasos. Que un Ayuntamiento, siquiera sea el de Madrid, se conduce mal; fracaso del Gobierno; que un empleado falta a sus deberes, fracaso del Gobierno. De manera que S.S. va a considerar como fracaso del Gobierno hasta el que un sereno a las dos de la madrugada, rendido ya por el cansancio, se quede dormido. (Risas). No es ésa, Sr. Duque de Tetuán, la manera de censurar a los Gobiernos, ni así se los censura y se los juzga en ninguna parte; S.S. se hace cargo de todo lo desagradable que ocurre en un país, y lo considera como un fracaso del Gobierno. Pues yo le digo a S.S. que si así se ha de juzgar a los Gobiernos, déme S.S. el Gobierno que crea mejor, y yo le diré que lo hace mal, fundándome en sus mismos argumentos. No hacerse cargo para nada de los resultados generales de la política, de la situación que va teniendo el país, de los beneficios que se han alcanzado hasta en las costumbres políticas; prescindir de todo esto y hacer cargos al Gobierno porque un Ayuntamiento falte a sus deberes, no es el modo de juzgarlo. ¿Se le puede pedir más que procure castigar a ese Ayuntamiento? Pues esto lo ha hecho con una severidad que hasta ahora no se ha empleado con ningún Ayuntamiento, a pesar de que lo ocurrido en el de Madrid ha pasado en casi todos los Ayuntamientos de España. Atribuir, pues, al Gobierno esos males inveterados en el Ayuntamiento y en otras esferas, eso, perdóneme el Sr. Duque de Tetuán, está muy lejos de la justicia y muy lejos de la imparcialidad.

No está S.S. en lo cierto cuando supone que el partido liberal que actualmente gobierno no es el mismo partido liberal a quien S. M. la Reina se dignó conferirle el poder a la muerte de nuestro malogrado Rey Don Alfonso XII; está S.S. en un error. El partido liberal es el mismo; quiere hoy lo mismo que quería entonces; aspira a lo mismo que aspiraba sin que haya variado absolutamente en nada su organización; su combinación, su bandera y sus propósitos son los mismos en absoluto.

Que de la izquierda se han separado algunas individualidades que son importantes; lo sentimos; pero, en último resultado, todavía eso podría haber afectado a la organización del partido, a su fuerza, a y su importancia, si esas individualidades se hubieran separado con algún principio de la izquierda, o porque el partido liberal dejara de realizar alguno de los principios de la izquierda; pero ¿es eso, Sr. Duque de Tetuán? ¿Se han separado alguna de esas individualidades porque en este organismo político no se realicen los principios de la izquierda? ¿Es que este partido liberal ha vuelto en el poder la espalda a los [698] compromisos que adquirió en la oposición, cuando esas individualidades que se han separado formaban parte de este partido?

Lo mismo digo del elemento de la derecha. Se ha separado S.S., elemento importante, importantísimo; pero ¿no ha quedado aquí la esencia de la derecha, los principios, los propósitos, los compromisos que la derecha adquirió con el partido liberal? (El Sr. Duque de Tetuán: ¿En las cuestiones económicas también?) En todo. De manera que entonces ¿qué es el partido? Es absolutamente lo que era.

¿No queda la izquierda? El Sr. Montero Ríos, el señor Puigcerver, el Sr. Moret, el Sr. Duque de Veragua, otros demócratas, los señores que constituyen el Gobierno, ¿no son nada? Pues son la democracia en el partido liberal, porque ellos están con la bandera y con los compromisos adquiridos con el partido liberal.

El Sr. Alonso Martínez y otros, ¿no son nada en la derecha? Pues son la derecha en el partido liberal, con los compromisos que la derecha adquirió con el partido. Ahora sí que le podría repetir a S.S., si no fuera un cuento tan sabido, aquel que nos refería aquí, me parece que el Sr. Marqués de Sardoal, concluyendo por preguntarle: ?y esto, ¿es paja?? (Risas. ?El señor Duque de Tetuán: Por eso es fracción; si no, S.S. sería el disidente). No, señor; la fracción será la que se ha separado. (El Sr. Duque de Tetuán: Exactamente; por eso es fracción). Son individuos separados del gran grupo, del gran organismo, del gran partido liberal, ni más ni menos; y al separarse, realmente no llevan misión política ninguna. (El Sr. Marqués de Sardoal: Pido la palabra). Quiero decir en ideas.

El Sr. Duque de Tetuán ha dicho que no puede acceder a mi indicación de que venga aquí con el partido liberal para concretar quién me ha de sustituir, porque no tiene necesidad de dar su opinión, puesto que ésta es bien conocida. Comprenderá el señor Duque de Tetuán que si yo cedo a mis adversarios este puesto, no lo llevaría a bien mi partido. Yo me presto a irme de este puesto de acuerdo con mi partido; y para que sea de acuerdo con él, es necesario que los que lo desean, como S.S., y han sido amigos nuestros, vuelvan a serlo y se pongan de acuerdo con el partido y conmigo también. Vea S.S. qué pocas dificultades establezco: aquí todos reunidos, incluso S.S., acordamos que conviene, no solo que yo me vaya, sino quién de nuestros amigos me ha de suceder, y pudiera ocurrir, volviendo S.S., que S.S. fuera el designado, prometiéndole desde ahora que yo sería su soldado más fiel. (En la mayoría: Muy bien, muy bien. ?El Sr. Duque de Tetuán: Muy agradecido; pero no puedo aceptarlo). Pero eso que puedo hacerlo como amigo, no puedo consentirlo como adversario, porque ¡buen jefe de partido sería yo si fuera a hacer lo que nuestros adversarios me pidieran! No pues, pues, y lo siento mucho, acceder al deseo de S.S., que hace tiempo conozco, y por lo cual hace bastante tiempo que no le considero a S.S. como amigo político mío.

Insiste S.S. en el fracaso del partido liberal. Ya se ve, haciendo lo que S.S. hace, tiene muchísimos fracasos; si se le han de atribuir todos los males que existen en el país, todas las desdichas, todos los accidentes desagradables que se registran, entonces sí que el Gobierno ha tenido fracasos; pero no hay Gobierno que en ese concepto no los tenga, por lo menos en el mismo número, y yo creo que en mayor y más grande escala que el Gobierno español en estos momentos.

Que yo debía plantear la cuestión de confianza. Pues yo, por las razones que manifesté ayer y que no quiero repetir hoy por no molestar a la Cámara, me encuentro imposibilitado de presentarla en estos momentos, al menos en los términos en que S.S. lo desea, como S.S. lo desea, y con los propósitos con que S.S. lo desea, porque no podría yo realizar eso sin hacer traición a mi partido, a mis principios y a mis compromisos.

Por otra parte y en otro concepto ¿qué es eso de plantear la cuestión de confianza? La Regia prerrogativa está siempre viva, en todos los momentos puede ejercerse, y puede ejercerse con la obediencia y el acatamiento de todos; y en este concepto, la cuestión de confianza es constante y permanente hasta el punto de que, en buen sistema constitucional, cuando los Ministros juran en manos de S. M. el cargo de tales, depositan también al mismo tiempo su dimisión, para que S. M. la acepte cuando lo crea conveniente a los intereses del país.

No se necesita, pues, en estos instantes plantear ninguna cuestión de confianza, porque eso sería hacer lo que se llama una crisis, proponerle a S. M. un cambio de política, y yo no quiero hacer eso, sencillamente porque no puedo ni debo hacerlo. ¿Qué significaría en estos momentos eso, más que retroceder ante los compromisos que todo el partido liberal tiene, pero que yo, por lo mismo que estoy al frente de él, estoy más obligado a cumplir? ¿Qué resultaría de un cambio de política en estos momentos? Que la obra del partido liberal quedaría incompleta. (El Sr. Duque de Tetuán: O no. ¿Por qué había de haber cambio de política?) Entonces, ¿qué quiere S.S.? ¿Desea el cambio sólo para mi persona? (El Sr. Duque de Tetuán: Lo que la sabiduría de la Corona dispusiera. ¿Por qué hemos de prejuzgar lo que fuera a resolverse?) Pero yo no puedo menos de tener en cuenta que, dada la manera de ser política del país, y en buenos términos constitucionales, eso lo puede hacer S. M. la Reina cuando quiera, en su alta sabiduría; pero proponerle yo una crisis en esos momentos, es decirle que no puedo continuar, y eso no se lo puedo yo decir, porque creo que puedo, y además, debo continuar para cumplir los compromisos que tengo contraídos ante los demás partidos y ante mi país. Y como esto es lo más esencial, y además es ya tarde y no quiero dar al Sr. Duque de Tetuán fundamento para que nos haga otro discurso. (El Sr. Duque de Tetuán: No tenga cuidado S.S.; no hablaré una palabra más, y no lo tome a descortesía el Sr. Presidente del Consejo). Pues no lo tomo a descortesía, porque ya, después de la rectificación extensa que S.S. ha hecho, considero que alguna vez se ha de dar por terminado el debate entre S.S. y yo; y como para mí es lo mismo que lo acabe S.S. que el que lo concluya yo, quiere decir que yo lo acabaré.

Perdóneme, pues, el Sr. Duque de Tetuán y los Sres. Senadores la molestia que les he causado con estas palabras, con las que he creído dar contestación cumplida al Sr. Duque de Tetuán. [699]



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